Pánico. Desolación. Angustia. Incomprensión. Depresión… Son palabras que describen los sentimientos vividos en la Casa de Ana Frank en Ámsterdam.
Su nombre completo era Annelie Marie Frank.
Ella escribió el famoso diario que grita los horrores del nazismo y la truculencia de la 2ª guerra mundial. Su eco continúa resonando en las entrañas del mundo, 76 años después de su defunción.
Ana escribió “Me gustaría seguir viviendo, incluso después de mi muerte.”
Lo ha conseguido. Su historia es inmortal.
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HISTORIA TRAS LA CASA DE ANA FRANK EN ÁMSTERDAM
La familia de Ana estaba compuesta por su padre Otto, su madre Edith y su hermana mayor Margot. Vivían en Alemania. En aquella época, creían que los judíos eran el origen de todos los males. El apocalipsis de la nación. Temiendo por su vida, se trasladan a Ámsterdam.
Un día, Margot recibe una citación. Debe regresar a Alemania para realizar unos trabajos forzados. Suena muy sospechoso, así que los Frank deciden esconderse al día siguiente.
Otto era director de una empresa llamada Opekta. Se dedicaba al comercio de pectina (sustancia empleada para elaborar mermeladas), hierbas y especias. Amuebló el almacén y la familia se ocultó allí (“la Casa de Atrás”). El escondite no era ningún juego, sino una ruleta rusa en la que apostaban su vida. Para camuflarlo, dispusieron una puerta secreta. Simulaba ser una estantería e incluso colocaron archivadores.
Los Frank no estuvieron solos. Allí se cobijaron Hermann (socio de Otto), su mujer Auguste, su hijo Peter y su gato Mouschi. Cuatro meses después, llegó el dentista Fritz Pfeffer. Permanecieron ocultos en 120 m2 desde julio de 1942 hasta agosto de 1944.
Dos años de cautiverio.
En horario laboral debían mantener silencio sepulcral. El ruido más sutil, como abrir un grifo, firmaría su sentencia de muerte.
Cuatro empleados (Miep Gies, Elizabeth Voskuijl, Víctor Kugler y Johannes Kleimann) les brindaban alimentos para poder sobrevivir. Como cómplices corrían el riesgo de ser condenados a muerte.
Los Frank habían intentado huir a Gran Bretaña y Estados Unidos. Fue en vano.
Ahora todos pensaban que estaban en Suiza.
EL ESCONDITE AL DESCUBIERTO
«Me siento como un pájaro con alas cortadas, que se tira contra los barrotes de la jaula. ¡Déjame salir!».
Ana escribió esto sin saber que, cuando saliera, desearía volver a entrar. La casa le arrebató su libertad, pero su salida le truncó la vida.
El 4 de agosto de 1944, la Gestapo penetra en la Casa de Atrás. ¿Chivatazo o casualidad? Al parecer, estaban investigando un fraude de cupones alimentarios. De hecho, detuvieron a dos empleados de Opekta.
Los ocho fueron recluidos en diferentes campos de concentración. Solamente asesinaron a Hermann en una cámara de gas. Tanto Ana como su hermana murieron en Bergen-Belsen. El tifus sesgó sus vidas en marzo de 1945. Ocurrió cuando faltaban 3 meses para que Ana cumpliera 16 años; quedaba un mes para liberar el campo de concentración.
Cuentan que Edith parecía olvidar que sus hijas no estaban ahí. Guardaba la comida debajo del colchón para dársela. Murió de inanición dos meses antes que ellas.
La vorágine destructora los engulló a todos, menos a Otto. Regresó a Ámsterdam buscando a su familia. Solo encontró las cenizas de sus recuerdos, escondidas en la Casa de Atrás.
Otto volvió a casarse. Su segunda esposa, Fritzy Geiringer, también perdió a su pareja en un campo de concentración. Eva Schloss, su hija, escribió la novela “Después de Auschwitz”. Allí menciona a las hermanas Frank.
LA CASA MUSEO
Otto creó en 1957 la Fundación Ana Frank. Opekta aún funcionaba, pero su nuevo propietario pretendía demolerla. Gracias al apoyo popular logra recuperarla.
El 3 de mayo de 1960 el escondite se transformó en museo.
Desde entonces el silencio murió. Ahora la Casa de Atrás grita las atrocidades de la guerra y del fascismo.
El Museo de Ana Frank recibe unas 3.000 visitas diarias y más de 1.0000.0000 anuales. Es uno de los más frecuentados del mundo. Además, puede recorrerse virtualmente.
Sus paredes exhiben frases del diario e imágenes familiares. El único día que cierra es el Yom Kipur (la festividad más sagrada del calendario judío).
“Algún dia esta horrible guerra habrá terminado, algún día volveremos a ser personas y no solamente judíos”.
EL DIARIO ENCONTRADO EN LA CASA DE ANA FRANK EN ÁMSTERDAM
El diario era, en realidad, un libro de autógrafos. Se lo regalaron al cumplir 13 años. Ana lo usó para plasmar su vida cotidiana. Ahí salpicaba pensamientos, disputas, temores, deseos… Tras acabarlo, utilizó dos cuadernos y 324 hojas separadas. Escribió con total naturalidad, pero empleando seudónimos.
La mayoría de los escritos, Ana los dirige a Kitty. ¿Es su amiga Käthe Egyedi o de uno de los personajes del libro “Joop ter Heul” que tanto le gustaba? Solo ella lo sabía.
El diario sucumbe ante el silencio el 1 de agosto de 1944. Ya no alberga más palabras. El mutismo habla por sí solo. Tres días más tarde los capturaron.
Otto ignoraba que Ana escribía este diario. Miep Gies lo encontró y se lo entregó. Ella nunca lo leyó. Confesó que de haberlo hecho, ya no existiría. Era una prueba demasiado incriminatoria.
Igualmente, Margot escribió un diario. Nunca lo hallaron.
Publicación del diario
En 1947, se publicó bajo el título “Het Achterhuis” (La Casa de Atrás). A España llegó en abril de 1955.
Arrasó. Traducido a más de 70 idiomas, ha vendido más de 35 millones de ejemplares. Sin embargo, en EEUU, 15 editores lo rechazaron en 1952. Lo tildaron de «tonto», «aburrido» e «inoportuno».
Existen tres ediciones distintas del diario:
1. Los manuscritos originales de Ana.
2. Los textos que Ana revisó, pues pretendía publicarlos al terminar la guerra.
3. Los escritos que elaboró Otto, omitiendo cierto contenido.
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Autor | Ana Isabel Rodríguez
Imágenes | Bruselas Guías, W. Commons